Este pasado martes 29 de abril falleció, a los 102 años de edad, el Doctor Albert Hofmann, descubridor del LSD-25, su hijo problemático, como él mismo lo llamaba. Esta sustancia ha supuesto una nueva forma de entender las drogas. Fue la primera droga descubierta tras el inicio de la Guerra contra las drogas de EE.UU. y fue el catalizador de la revolución cultural de los 60 en EE.UU. con epicentro en Berkeley, desde donde se extendió (tanto el movimiento cultural como el uso de LSD) por todo el país.
Me enteré de la noticia por la tv. Los informativos dedicaron todos unos minutos a hablar del tema, insistiendo en que el honorable Doctor Hofmann lo descubrió con fines puramente terapeúticos, dejando caer la idea de que en ningún momento se pensó en disfrutar de un uso lúdico de esta sustancia. Sin embargo el mismo Hofmann reconocía, poco antes de cumplir los 100 años, que había realizado más de 90 experimentos consumiendo LSD (si echamos cuentas sale a 1 viaje de LSD cada 4 meses). También se le puede ver en raves y festivales de música, apoyando a los «depravados» y «adictos» que traicionan la intención puramente terapeútica de la sustancia (uff, que sarcasmo más raro).
Sólo hablan de Hofmann cuando muere. Y como dice un amigo «los periodistas se inventan la mitad de lo que dicen y no cuentan ni la mitad de lo que saben, por lo que los periodistas… no existen». Da que pensar.
Como ilustración sobre la revolución cultural y el LSD, os pincho un vídeo de Jefferson Airplane, el tema White Rabbit.
Descanse en Paz, Doctor Hofmann.
Un recuerdo también a los mártires de Chicago que tal día cómo hoy a principios del siglo pasado murieron de forma brutal por reclamar, entre otras cosas, la jornada laboral de 40 horas semanales. Que les jodan a los becarios, trabajadores en prácticas y directores de sucursal aquí-se-trabajan-10-horas.
¡Ah! Y que les jodan a los que creen que es mejor un fin de semana en Portaventura que un finde cabalgando sobre ácido lisérgico en pos de un conejo blanco…